Cruz Celta

El origen de la cruz celta se remonta a los orígenes del cristianismo en Irlanda. Sin embargo, hay algunos historiadores que afirman que los primeros restos de cruces celtas que se han encontrado datan de más de 10.000 años a.C.

Sin embargo, estas primeras cruces solían consistir en simples grabados. No fue hasta el siglo VIII d.C. cuando se ordenó construir las primeras cruces de piedra por los monjes de Irlanda. De esta manera, se convirtieron en un icono representativo que adornaba las iglesias irlandesas.

La producción de este tipo de cruces celtas se interrumpió alrededor del siglo XV d.C., pero volvió con fuerza a mediados del XIX d.C., cuando volvió a usarse en ceremonias religiosas, sobre todo en funerales. Con el paso de los años, se ha confirmado como un icono clásico del cristianismo en Irlanda y en todo un símbolo nacional que se ha convertido en un suvenir habitual de los viajeros.

La cruz celta es un icono cargado de significado tanto para los cristianos de Irlanda como para muchas otras personas que creen en su significado más allá de religiones.

La circunferencia que rodea la cruz la divide en cuatro partes. Estas cuatro partes representaban para los celtas los cuatro elementos: el agua, el aire, el fuego y la tierra. Asimismo, también se dice que San Patrick fue uno de los primeros que trajo el uso de la cruz celta, y que estableció en su simbolismo la representación del sol y la luna.

Además, la cruz celta también representa las cuatro festividades principales de la Rueda del año celta: Samhain, Imbolc, Beltane y Lughnassadh. Durante la celebración de estas fiestas, era típica la confección de cruces celtas adornadas con otros símbolos u ornamentos típicos del arte celta.

Por otra parte, la cruz también significaba para los celtas los cuatro puntos cardinales desde los que podían llegar los Dioses que regían su religión: al este Lugh, el aire; al sur Nuada, el fuego; al oeste Dagda, el agua; y al norte, L’a Fáil, la tierra.

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