
El árbol de la vida o Yggdrasil. Para los celtas simboliza la fuente de la vida, el puente entre el cielo y la tierra. Las raíces representan a nuestros antepasados y las ramas a nuestros hijos, de dónde venimos y adónde vamos.
El árbol de la vida es eternidad y renacimiento, conexión con la madre tierra, paz y armonía con los elementos de la naturaleza.
Para los nórdicos es el Yggdrasil, el árbol que sostiene los Nueve Mundos, y por lo tanto el pilar fundamental de nuestra existencia, ya que sin el todo se vendría abajo.
Es símbolo de eternidad, pues aunque las fuerzas del mal siempre quieran destruirlo, sobrevivirá al mismísimo Ragnarök cuando todos nos hayamos ido de este mundo, incluso los dioses, pero el Yggdrasil seguirá ahí, sosteniendo los Nueve Mundos y cobijando a los dos últimos supervivientes de la raza humana, quienes repoblarán de nuevo la tierra en un mundo que estará libre de maldad.
De su raíz emana la fuente que llena el pozo del conocimiento, custodiado por Mímir.
A los pies del árbol se encuentra el Dios Heimdall, quien se encarga de protegerlo de los ataques del dragón Níðhöggr y de una multitud de gusanos que tratan de corroer sus raíces. También cuenta con la ayuda de las Nornas, quienes cuidan de sus raices regándolo con las aguas del pozo de Urd.
Un puente une el Yggdrasil con la morada de los Dioses, el Bifröst, por el cual los Dioses cruzan a través de el para llegar al mundo de los hombres, Midgard.
El Yggdrasil rezuma miel y cobija a un águila sin nombre, que entre sus ojos tiene un halcón que se llama Veðrfölnir, a una ardilla llamada Ratatösk, a un dragón llamado Níðhöggr, y a cuatro ciervos: Dáinn, Dvalinn, Duneyrr y Duraþrór.
