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Fenrir, el gigantesco lobo hijo de Loki y Angrboda

Fenrir es uno de los tres hijos que Loki tuvo con la giganta Angrboda, hijos que tuvo fuera del matrimonio, puesto que estaba casado con Siggyn, con quien tenía otros dos hijos.

Odín tuvo un sueño premonitorio, en el cual vio que lo último que vería en los últimos instantes de vida serían los dientes de Fenrir. Tras este sueño, Odín mandó llamar a Loki, al cual le pidió explicaciones sobre sus continuas escapadas a Jötunheim y sobre los tres hijos que había tenido con Angrboda.

Tras esa conversación, Odín juntó a los Æsir y les explicó la situación. Los dioses se pusieron manos a la obra y fueron a la casa de Angrboda para quitarle a sus hijos.

Atraparon a los niños y los ataron. Al mayor lo cargaron entre todos, amarrado al tronco de un pino. Al segundo le cerraron la boca con un bozal hecho con ramas de sauce y le pasaron una soga por el cuello a modo de correa. A la tercera le permitieron que caminara al lado de sus hermanos, era sólo una niña…

A Jörmundgandr lo condenaron a permanecer en las profundas aguas de los océanos de Midgard, a Hela la confinaron como reina de los muertos en Helheim, y Fenrir sería el último con el que lidiar.

Fenrir crecía con gran rapidez. Si un día era grande como un lobo, al día siguiente ya tenía el tamaño de un oso, y al día siguiente era más alto que un alce gigantesco.

Todos los dioses le temían, excepto Tyr, que jugaba con él y era el único que le llevaba comida a diario.

Cada día la bestia comía más que él anterior, y crecía de forma descomunal. Odín veía crecer al lobo con aprensión, porque en sus sueños el lobo estaba presente en el final de todas las cosas, y lo último que veía Odín en su sueños del futuro eran los afilados dientes de Fenrir.

Los dioses se reunieron y decidieron inmovilizarlo. Fabricaron unos robustos grilletes y pesadas cadenas y fueron a ver a Fenrir.

-Ven aquí! Lo llamaron los dioses, como si fuera un juego. Nos gustaría probar tu fuerza con estas cadenas. Serias capaz de romperlas?

-Pues claro que si, atadme!

Fenrir permaneció inmovil mientras le ataban y escuchaba las risas de los dioses.

-Ahora! Gritó Thor. A ver si puedes!

Fenrir tensó los músculos y rompió las cadenas como si fueran ramas secas. Levantó la cabeza y aulló con aires de victoria.

-He roto vuestras cadenas. No lo olvidéis nunca.

-No lo olvidaremos. Respondieron los dioses.

Al día siguiente Tyr fue a llevarle comida.

-Rompí las cadenas. Dijo Fenrir.

-Así es. Confirmó Tyr.

Mientras tanto, los dioses seguían fabricando cadenas más robustas que las anteriores, con el mejor metal que jamás se había hallado. Después, fueron a ver a Fenrir mientras dormía.

-Otra vez? Preguntó Fenrir.

-Si puedes romper estas cadenas, la fama de tu fuerza alcanzará los 9 reinos y tuya será la gloria. Si las rompes, entonces es que eres más fuerte que todos los dioses y gigantes juntos. Dijeron los dioses.

Fenrir asintió y echó un vistazo a las cadenas, las más grandes y fuertes que había visto nunca y se dejó encadenar. Los dioses se reían mientras se creían victoriosos. Fenrir empezó a retorcerse, a sacudirse y a patalear, a tensar cada uno de sus músculos y tendones. Gruñía mientras se sacudía y echaba espuma por la boca. Las cadenas reventaron con tal violencia que salieron disparadas y se clavaron a cuanto tenían a su alrededor.

-Si! Gritó Fenrir. Lo he conseguido!

El lobo observó que los dioses no se alegraban de su hazaña… ni siquiera Tyr, que tanto cariño le tenía, se alegró. Y el lobo siguió creciendo y cada día se hacía más grande y voraz. Odín reflexionaba, meditaba y sopesaba los hechos…

Tras mucho reflexionar, Odín llamó a Skirnir, mensajero de Frey, y le describió el tipo de cadena que necesitaba. Skirnir montó en su caballo y se dirigió a Svartalfheim a través del Bifröst, con instrucciones para que los enanos fabricaran una cadena distinta a todas las demás.Los enanos se estremecieron al escuchar la descripción de la cadena que le pedían, y le anunciaron su precio. Skirnir aceptó, ya que Odín le comunicó que aceptase el precio que fuera necesario.

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Los dioses tratando de encadenar a Fenrir

Los enanos se reunieron y juntaron los 6 ingredientes necesarios para construir la cadena más resistente de la historia: las huellas de un gato, las barbas de una mujer, las raíces de una montaña, los tendones de un oso, el aliento de un pez, y la saliva de un pájaro. Los enanos le entregaron una suave cinta de seda a Skirnir, llamada Gleipnir, y se dirigió a toda prisa a Asgard.

Los dioses, ya con la cinta, fueron a ver a Fenrir de nuevo.

-Fenrir! Llamaron los dioses al lobo, que fue corriendo y moviendo la cola.

-Qué pasa? Preguntó.

-Hemos conseguido la más fuerte de las ataduras, ni siquiera tu podrás romperla.

-Puedo romper cualquier cadena. Dijo Fenrir orgulloso.

Los dioses le enseñaron la cadena, y Fenrir dijo:

-Eso? Traed cadenas de verdad!

-Ni siquiera nosotros podemos romperla. Acaso tienes miedo? Dijo Odín.

-No tengo ningún miedo, más bien huelo engaño. Y aunque creo que puedo romperla como si nada, no consentiré que me atéis con ella.

-Tú? El mismo que ha roto las demás cadenas, tienes miedo? Dijo Thor.

-No tengo miedo de nada, más bien creo que vosotros me tenéis miedo a mi.

-Como padre de todos los Dioses, te aseguro que si no eres capaz de romper esta simple cinta, comprenderemos que no hay motivo para temerte y te dejaremos libre. Dijo Odín.

-Mientes, padre de todos. Si pudieras atarme con cadenas que no pudiera romper, no me soltarías, me dejarías atado para siempre. Creo que quieres abandonarme y traicionarme.

-Bonitas palabras para ocultar tu cobardía. Tienes miedo, no hay más.

-En lugar de poner en duda mi valor, demuéstrame que no es una trampa. Puedes atarme, siempre que uno de vosotros meta su mano en mi boca…

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Tyr y Fenrir. Una amistad quebrada por los dioses

-Le tocaré suavemente la mano con los dientes, sin morder. Si no hay trucos ni engaños, abriré la boca cuando haya roto la cinta o cuando tú me hayas soltado, y nadie sufrirá ningún daño. Juro que si uno de vosotros acepta meterme una mano en la boca, dejaré que me atéis con vuestra cinta. Dijo Fenrir.

Los dioses intercambiaron miradas, unos se miraban a otros esperando a ver si alguien se ofrecía voluntario, pero nadie daba el paso. Entonces, Tyr suspiró, levantó la mano derecha y dijo: ‘Yo pondré la mano entre tus dientes, Fenrir’.

Fenrir se tumbó en el suelo de costado y Tyr le puso la mano derecha en la boca, tal como solía hacer cuando el lobo era un cachorro y jugaban juntos. Fenrir cerró suavemente las fauces, hasta tener sujeta la mano de Tyr, con cuidado de no hacerle ningún daño, y cerró los ojos.

Los dioses le ataron con la cinta Gleipnir.

-Ya está! Ahora Fenrir! Intenta romperla! Enséñanos lo fuerte que eres! Dijo Odín.

El lobo se estiró, empujó y tensó cada músculo de su cuerpo, pero cada vez que lo intentaba la cinta se hacía más fuerte. Los dioses estallaron en carcajadas burlonas viendo la impotencia de Fenrir…

Sólo Tyr guardaba silencio. Él no se reía. Sentía en la piel el tacto agudo de los dientes de su amigo. Fenrir dejó de luchar y se quedó inmóvil, esperando que Odín cumpliera su promesa. Pero Odín se reía a carcajadas.

-Hazlo, amigo mío. Susurró Tyr.

Fenrir apretó sus mandíbulas. Tyr no dijo nada, simplemente se apretó el brazo derecho con la mano izquierda, para que la sangre no fluyera a borbotones.

-Me has engañado Odín! Dijo Fenrir. Si no me hubieras engañado, habría sido vuestro amigo. Pero ahora te mataré. Esperaré al final de todos los días y devoraré el sol y la luna, pero lo que más me complacerá será matarte a ti!

El dios más próximo a Fenrir le hincó la punta de su espada en el paladar. La empuñadura de su espada quedó atascada en el cielo de la boca del lobo, de tal manera que nunca más la pudo cerrar.

Fenrir emitió gruñidos de desesperación, mientras observaba como los dioses abandonaban el lugar. De camino, continuaban las carcajadas. Todos reían. Todos… excepto Tyr.

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